UNA ALMOHADA RELLENA DE CUENTOS
Silvia posó para esta imagen en su viejo estudio del centro de Valencia. Un piso destartalado tan adecuado para una pasión incipiente, como para el rodaje de una película de suspense.
Su naturalidad y su charla abrieron ventanas y puertas, permitiendo que la luz se adentrara y definiera espacios. El taller de un pintor siempre tiene algo de místico, como las iglesias. Obras apiladas por tamaños, botes, pinceles, objetos desparejados llenos de alma de los que desconocemos el origen, pero que nos ofrecen su atractivo y su capacidad de resistencia.
Se preparó llenándose de color, me parece que en su vida solo se tolera el gris ante los lienzos vacíos. La India entró por la puerta y cerrando los ojos, casi podíamos percibir el olor de las especias. Dorados, rojos, azules, El Carmen se travistió de Madrás, porque Silvia es capaz de tele transportarse y tele transportarnos. La imagino recorriendo Sri Lanka a lomos de un elefante con la curiosidad de la edad de la inocencia, con esa ingenuidad tierna donde anida un humor brillante. Feliz como una perdiz, nutriéndose para después de hacer la digestión, convertir las sensaciones en arte.
Sus obras eran el mejor decorado, añadiendo color sobre color y la envolvían en una siesta plácida y perfecta. Donde igual podía ejercer de faquir, que conducir una alfombra voladora hacia ese punto indefinido, donde se atesoran las ilusiones inconfesables de los que rebasamos los cincuenta.
Silvia en la India, en Sebastopol o Tombuctú abrazando, riendo, escuchando, filtrando esto de aquí esto de allá, hasta tejer ese tapiz único donde la escala de grises no tiene cabida.
Queeeeeeeé bonito relato y la foto genial. Qué equipo sois de artistas genios, os admiro mucho. Besitos siempre.
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Gracias por comentar!💛
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